«Ridiculiza a los que rechazamos el machismo en el idioma»
Miembros de la Real Academia Española lamentan la 'licencia' de Aído, que encuentra respaldo entre algunas filólogas feministas.
¿Qué hacemos con eso de «miembros y miembras»? ¿Nos indignamos por la falta de rigor de la ministra Aído, por su feminismo metepatas? ¿O damos por buena su audacia como parte de un proceso de feminización del idioma español, justo y enriquecedor para sus hablantes?
En la Real Academia Española lo tienen bastante claro. «Si no es un error es una estupidez», manifestó Gregorio Salvador tras conocer las explicaciones (parciales y sin mucho ánimo de enmienda) de Bibiana Aído. «Es que [la ministra] es defensora de todas esas mandangas, de esa confusión de sexo y género», dijo el académico en declaraciones a la agencia Efe.
«Es una ignorancia supina. Pensar que lo que acaba en o es masculino y lo que acaba en a, femenino, es un sinsentido», dijo ayer su colega Carmen Iglesias. «El idioma es algo mucho más sutil que eso».
«Suena muy mal y demuestra que [la ministra] está confundida si piensa que las terminaciones de los sustantivos tienen un referente sexista» añade otro académico, el «aún novicio» Darío Villanueva. «Además es inoportuno decir eso de miembra desde el Gobierno. No ayuda a emplear bien el idioma sino a tergiversario».
El director de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, eludió ayer calificar el lapsus con vocación de audacia de la ministra en un acto de la Fundación Dinastía Vivanco que presidió en Madrid. Su expresión, en cualquier caso, demostraba una pizca de embarazo.
Del lado de los criticos también se alineó ayer Alberto Gómez Font, coordinador general de la Fundéu (algo así como un servicio de urgencias para hablantes de español abrumados por las dudas). «No diría que miembras sea una palabra inaceptable, porque nada lo es. Si la mayoría de los hablantes del español decide que la palabra le gusta y la emplea, habrá que aceptarla. Lo malo es que, con sus palabras, la ministra ha dado argumentos que ridiculizan a los que defendemos que el lenguaje debe revisar sus usos machistas».
Tiene la palabra la defensa de la ministra Aído: «Hasta 1992, el Diccionario de la RAE consideraba que miembro era una palabra exclusivamente masculina», recuerda Mercedes Bengoechea, decana de la Facultad de Filosofía y Letras de Alcalá, filóloga y feminista («Por supuesto que pueden llamarme feminista, me lo tomo como un halago»). «Yo, por ejemplo, era 'un miembro del claustro', no 'una miembro'. Pero la agencia Efe empezó a utilizar el artículo femenino y la RAE aceptó el cambio. Si dimos por bueno ese cambio, no hay ningún motivo lingüístico para rechazar que miembra se incorpore al idioma», explica Bengoechea.
Pilar Nieva de la Paz, vicedirectora del Instituto de Lengua, literatura y Antropología de CSIC se pone de su lado. «El lenguaje hablado está en un proceso de feminización que responde a los cámbios sociológicos que afectan a la mujer. Los hablantes no paramos de innovar en ese sentido. Y no tiene nada de malo que esas innovaciones lleguen al lenguaje administrativo o político».
Ya, pero el caso es que miembra suena raro. «Las palabras suenan mal si se han oído poco», contesta Nieva de la Paz. Y aquí llega la gran prueba de la defensa de Aído: hace 15 años, palabras como arquitecta hacían que muchos se llevaran las manos a la cabeza. Hoy, el término está perfectamente aceptado. «Claro; es que hace 15 años había muy pocas mujeres que se dedicaran a la arquitectura y ahora hay más chicas que chicos en las escuelas», explica Bengoechea.
«No es el mismo caso», responde Alberto Gómez Font. «Lo primero en lo que uno piensa cuando aparece la palabra miembro es en las extremidades del cuerpo humano: los brazos y las piernas. Femenino y masculino. O sea, que la palabra no tiene un sentido de género. Además, arquitecto o arquitecta no han sido nunca adjetivos».
Al final, queda la conciencia de que en el idioma, la costumbre es la principal fuente del Derecho. «Existe cierto sentido común lingüístico, un poso de sabiduría de los hablantes que hace que algunas propuestas sean rechazadas naturalmente», anuncia Darío Villanueva. «Las hablantes ya emplean miembra cuando una mujer participa en el Tribunal de una oposición y testiga cuando va a una boda. Puede que sea informalmente, que sea una broma, pero son formas que van calando», le responde Mercedes Bengoechea. El tiempo dará razones.
No disparen al diccionario
El asunto de las 'miembras' de Bibiana Aído se inscribe dentro de un debate más amplio, largo y de baja intensidad: ¿hay machismo en el Diccionario de la Real Academia Española? «Jamás acusaré al diccionario. El diccionario sólo es un notario del estado en el que se encuentra el idioma, nunca la causa de sus malos usos. Otra cosa es el empleo del español en los ámbitos administrativos, políticos y periodísticos», explica Alberto Gómez Font, de la Fundéu.
«Desde 2007 existe una ley orgánica [para Igualdad Efectiva de los hombres y las mujeres] que exige que el lenguaje administrativo no incurra en sexismos», recuerda Pilar Nieva de la Paz. «Nosotros, en el CSIC, estudiamos el grado de cumplimiento de la Ley y nos damos cuenta de que aún hace falta formación y mentalidad. Ningún cambio es efectivo si las personas no consideran que es necesario».
Su colega Mercedes Bengoechea ve la botella medio llena. «iCuánto hemos cambiado! Y eso hay que agradecérselo también a los medios de comunicación, que nos ayudaron a las mujeres a ejercer nuestro derecho a autodefinirnos al emplear términos como jueza cuando no estaban aceptados por la Real Academia. Claro que la RAE siempre va por detrás y es una institución patriarcal».
Carmen Iglesias matiza: «Hay acepciones con recuerdos misóginos que van quedando atrás a medida que la sociedad inserta mejor a las mujeres».
Autor
Luis Alemany El Mundo, Madrid (España)
Miércoles, 11 de junio del 2008